En la actualidad, hemos contado con la invención brillante de la tecnología telefónica que nos pone a un click de hacer historia, de construir escenarios que hace décadas hubiesen podido costar una fortuna. Lo común se hizo entonces más visible, y a la vez más fácil de manipular. Los medios masivos de comunicación inteligentemente convierten lo común en producto de consumo, es por esto que en épocas de guerra las pipetas de las FARC en algún municipio raro de Colombia, lejos de nuestro alcance, se naturalizó; identificamos al actor que los medios querían que identificáramos, pasando por alto a los paras, los narcos y las fuerzas armadas oficiales. La historia reciente nos muestra que la acción gubernamental y su incidencia en las contrataciones de grandes medios los hace directores de las historias comunes que desean naturalizar, y ya es muy notorio el buen CONVIVIR de los paras y los narcos con algunos generales, congresistas, expresidentes y presidentes. Tanto que los transportan en vuelos privados, les consiguen los melones en campaña y salen cargamentos de coca desde bases antinarcóticos.
Para el mal gusto de los directores de la historia reciente en Colombia, la apertura global de la información también dio paso a la creación de escenarios que resaltaran la vida del común, con el único interés de conocer más a fondo la realidad de millones de víctimas del conflicto que habían sido desplazadas y lo siguen siendo. También, con la necesaria narración de historias que a todo pronóstico terminaban logrando campeonatos mundiales de carácter deportivo, exaltaciones mundiales por obras literarias, artísticas, científicas, culinarias, entre muchas otras categorías que nuestra inmensa diversidad nos regala. La paridad no se ha logrado en impacto, pero la pandemia sí que aceleró dicha búsqueda.
Mundialmente, los escenarios se construyen autoritariamente con la renuencia de las grandes corporaciones que dominan el sistema financiero global, apuntan a la necesaria dominación de las masas con piezas elaboradas milimétricamente para desestabilizar países enteros; en Colombia nos desestabilizamos solitos. Sin embargo, planteo un escenario global para entender que los puentes que debemos construir, deberán ser primero aquí, en nuestra tierra, al tiempo que se escenifica en los espacios que se pueda, una respuesta genocida de un gobierno que protege a sus socios. Si se cae uno, caen todos; es su ley. Por eso tan varones disparando en las calles.
Las historias comunes se están escenificando en la calle, y ahí debemos estar todos, o la gran mayoría que no quiere la misma obra para un país que tiene la segunda mayor biodiversidad del planeta, que presenta uno de los mayores índices de desigualdad, pero a la vez logra nobel de literatura y penosos índices de pobreza extrema. Colombia es un barco con combustible suficiente, con provisiones de sobra y con una tripulación de lujo, capitaneada por décadas desde los aviones presidenciales. Las tormentas las hemos sufrido la mayoría, pero hay una primera línea que todo lo ha perdido, todo.
Por lo pronto, en las calles se construye dignidad y también zozobra, porque la militarización encontrará a esos vándalos que deslegitiman la manifestación para quienes ya la tenían deslegitimada antes de iniciar. En Colombia ya existe una cultura antidemocrática que sin manifestación se queja de ella, y cuando existe la escudriña, para encontrarle los lunares que naturalmente existen en un país que lleva décadas repartiendo hambre y desigualdad. No hay nada novedoso en decir que hay vagos y vándalos, lo novedoso está en que esos vagos y vándalos ya no encuentran eco en marchas inmensas llenas de dignidad, arte, cultura y diversidad. Manifestaciones que deben ser cada día más grandes, diversas y apoyadas.
Lamentable que el COVID nos hubiese acompañado en la construcción social más importante de la historia reciente. Sin embargo, si su escenario lo quiere seguir construyendo con los mismos actores, no encontrará una película diferente. Salga a la calle y conozca a protagonistas que no saldrán en sus redes y en los medios, están llenos de talento y motivos para construir un país más justo y digno de sus potencialidades. También, encontrará historias que no le mostraran esos mismos actores. Y ojo, el primer actor que debemos cambiar, está a un espejo de distancia.